martes, 24 de octubre de 2023

Avispas II

Avispa común

La Vespula vulgaris es la avispa que puede verse con más frecuencia en los veranos de la Península Ibérica. Se trata de la avispa común, fácilmente identificable por sus colores amarillo y negro y por su pequeño tamaño, ya que no suelen superar los 20 mm de longitud. No es un insecto especialmente agresivo, aunque su picadura resulta dolorosa. Estas avispas suelen hacer sus nidos en lugares protegidos como, por ejemplo, en los huecos que pueda haber en el tronco de los árboles.

Una variedad de estos ejemplares comunes, cada vez más frecuente entre las avispas en España, es la Vespula germánica, muy similar a la anterior pero que puedes identificar fijándote en sus patas, ya que, son de color amarillo.



Vespula vulgaris y detalle de su cara.



Vespula germánica y detalle de su cara.

Avispa alfarera

Cada vez es más frecuente ver sus nidos en recovecos de muros, salientes y parterres en parques o jardines. Las avispas Eumeninae, de las que hay múltiples especies diferentes, se dan en climas cálidos como el de la zona centro y sur de España. Son fácilmente detectables por sus nidos hechos con arcilla como pequeñas ánforas en las que las larvas pueden desarrollarse protegidas de las altas temperaturas y de los posibles depredadores.



Avispa alfarera y su nido

Avispa papelera europea

Está presente en prácticamente todos los países mediterráneos y es una de las avispas más comunes en España. La Polistes dominula destaca por tener un abdomen muy delgado, de intenso amarillo con franjas negras, y cintura muy marcada. Se la conoce como avispa papelera o cartonera por el aspecto que presentan sus nidos, que recuerdan al papel ya que están hechos con secreciones a base de minúsculos trozos de madera masticados.



Polistes dominula y su nido.


Avispón europeo

Como supondrás por el nombre, se trata de una avispa de tamaño considerable que ha encontrado en España un hábitat con las condiciones necesarias para su óptimo desarrollo. La Vespa crabro, que puede llegar a superar los tres cm de longitud, tiene el abdomen de color amarillo y las patas rojizas. Suele hacer sus nidos en las oquedades de la madera y pese a su gran tamaño, en principio, no supone un peligro para las personas (salvo alergias). Como curiosidad, hay que decir que se trata de un insecto que posee cinco ojos y que aunque se pueden encontrar en toda la Península ibérica, es la zona noroeste, en Galicia, donde su presencia es mayor.


Vespa crabro


Avispa asiática

Es fácil confundirla con el avispón europeo pero esta avispa es bastante más peligrosa. La Vespa velutina es una especie invasora, originaria del Sudeste Asiático, que ha llegado a Europa y, en los últimos años, se ha instalado en España, sobre todo en la zona norte.

Resulta especialmente agresiva, vive en nidos, en los que se concentran con cientos de ejemplares, a los que no conviene acercarse. Morfológicamente se diferencian del avispón en que suelen ser algo más pequeñas y en que su tórax es totalmente negro. Su abdomen también es oscuro y en él se aprecia solo un único segmento final anaranjado. Esta avispa se alimenta de otros insectos incluyendo mariposas o beneficiosas abejas, de ahí, en parte, que tenga una merecida mala fama.


Vespa velutina

martes, 10 de octubre de 2023

Avispas I

Quizá algunos no os hayáis percatado, pero los amantes de la vida piscinera están acostumbrados al fenómeno anual de zombificación de las avispas al final del verano: los que durante el resto de la estación habían sido simples transeúntes de nuestro espacio aéreo, pacíficos insectos que iban a lo suyo y que solo picaban si nosotros agredíamos primero (intencionadamente o no), se transforman de repente en una legión de hambrientos seres que ansían nuestra comida y convierten cualquier almuerzo al aire libre en una nube zumbante de amarillo y negro. No es una impresión subjetiva ni una rareza casual; realmente ocurre que las avispas son infinitamente más molestas al término del verano que con los primeros calores.


Avispa reina construyendo su nido.

Pero ¿por qué? ¿Hay más avispas según va terminando la estación calurosa? Desde luego, las hay, ya que el número de insectos va aumentando a medida que la colonia crece durante la primavera y el verano. Pero esta no es la causa de que por estas fechas se lancen como locas a invadir nuestros platos de comida. El motivo es mucho más interesante y tiene su origen en el complejo ciclo de vida de las colonias. Resumiendo, podemos decir que las avispas que infestan nuestras barbacoas están desesperadas por conseguir alimento, y que incluso si logran remontar el vuelo con el botín de un pedazo de carne, la mayoría de ellas no vivirá mucho tiempo más.


Una colonia en construcción con avispas obreras y huevos. 

Pero comencemos por el principio, la primavera, el momento en que los insectos comienzan a regresar a la vida. Las maneras que los bichos han encontrado para sobreponerse a los meses oscuros y fríos son tan diversas que no hay un solo patrón común. En el caso de las avispas, la mayoría de los miembros de una colonia han muerto durante el invierno; no de frío, sino de hambre. En general, solo las reinas sobreviven hibernando en algún hueco templado. Con la subida de las temperaturas, despiertan de su hibernación y se lanzan a buscar un enclave adecuado para su nuevo nido.


Avispa reina hibernando.

Una vez que la reina ha elegido su hogar para la nueva temporada, comienza a masticar madera para construir las primeras celdas en las que depositar sus huevos. Aquí entra en juego un sorprendente logro de la naturaleza: la fundadora no se ha apareado desde el otoño anterior. Desde entonces ha conservado el esperma dentro de su cuerpo para dosificarlo y fertilizar sus primeros huevos que darán lugar a hembras, avispas obreras.

Durante este periodo la reina se alimenta de néctar de flores. Pero cuando los huevos eclosionan, las larvas empiezan a reclamar comida, lo que obliga a la fundadora a cazar insectos y buscar carroña para nutrir a sus pequeñas. Lo que ocurre entonces es otro maravilloso artefacto de la evolución: cuando las larvas comen insectos, degradan la quitina de su exoesqueleto en azúcares simples, produciendo un líquido dulce que sustituye al néctar para la alimentación de la reina. Así, cuando esta se centra en el cuidado de las crías, no tiene que preocuparse de buscar su propia comida, ya que las larvas se encargan de alimentarla.

Unas tres semanas después de la puesta de los huevos, las larvas ya se han convertido en obreras adultas, que reemplazan a la reina en la construcción del avispero y el cuidado de las nuevas larvas. Estas avispas son las que normalmente vemos durante el verano; las que pican. Pero no suelen invadir nuestro territorio, porque se alimentan del jugo azucarado que producen las larvas.

La colonia llega entonces a su máximo esplendor. A la reina se le han acabado las reservas de esperma de la cosecha anterior, y necesita aparearse. Para evitar la consanguinidad, lo hará con machos de otros nidos. A su vez, pone sus propios huevos de avispas zánganos que se emparejarán con reinas de otras colonias. Para los huevos de los machos no se necesita esperma, ya que proceden directamente de óvulos sin fertilizar. Los machos apenas vivirán lo necesario para buscar pareja, lo que dará a las reinas una ración fresca de esperma para fecundar los huevos destinados a producir nuevas hembras, algunas de las cuales serán elegidas para perpetuar la dinastía. Mediante este sistema las avispas conseguirán salvar el parón invernal y mantener su diversidad genética.

Es entonces, ahora, entre finales del verano y principios del otoño. cuando comienza el declive de la colonia. Cuando las últimas larvas de la temporada ya han crecido, se acabó la barra libre de refresco azucarado. Ya quedan pocas flores de las que chupar néctar, así que la multitud de obreras hambrientas debe buscar otras fuentes de alimento, en la basura o en nuestras apetitosas mesas repletas de manjares.

Pero aunque por el momento logren llevarse algún bocado, ni siquiera estos recursos serán suficientes para mantener a un ejército de avispas famélicas. Dentro de un par de meses, la mayoría habrán muerto, a excepción de las reinas, que con su nueva provisión de esperma a buen recaudo buscarán un refugio para capear los rigores del invierno. Y vuelta a empezar.


Conocer mejor el ciclo de vida de estas criaturas puede ayudar a temerlas un poco menos y apreciarlas un poco más, sobre todo para respetar sus ritmos naturales y no cometer exterminios innecesarios, como eliminar avisperos al comienzo del verano simplemente porque caen dentro de nuestros dominios. A menos que su emplazamiento realmente interfiera con nuestra vida diaria, durante la mayor parte de la existencia de la colonia las avispas no van a molestarnos. Y a diferencia de las colmenas de abejas, los avisperos son de un solo uso, por lo que no hay riesgo de que vayan a seguir creciendo al año siguiente. Quien prefiera guiarse por criterios ecológicamente responsables solo debería destruir los avisperos bien entrado el otoño, cuando las reinas ya han emigrado y de todos modos la colonia está próxima a extinguirse.