lunes, 21 de noviembre de 2022

Sonchus oleraceus - Cerraja

La cerraja es una de esas plantas a las que nadie mira pero que crece en aceras y solares, donde no tiene tanta competencia de otras plantas. Puede vegetar en una variedad de tierras muy amplia y fue una de las plantas pioneras en prosperar en el Londres de 1943 arrasado por las bombas.

Sus hojas son muy llamativas por su tamaño y por su dentado. De altura mide de uno a tres tetrabriks, aunque a veces puede ser más alta. Tiene la posibilidad de florecer en cualquier momento del año, con unas inflorescencias de color amarillo muy intenso. 

Sus semillas son unas grandes voladoras. Como también hace el diente de león, las ha equipado con unos paracaídas que son capaces de llevarlas muy lejos y además produce un montón de ellas por planta. Se han llegado a contar hasta 6.136 en una sola planta de tamaño habitual pero hasta 40.000 en una de talla grande.

La cerraja se suele confundir con el diente de león pero son plantas muy distintas, ya que, la primera, a diferencia del segundo, forma un tallo alto y hueco y sus hojas no crecen pegadas al suelo. 

Tiene raíces comestibles para los humanos. También hay muchos adeptos a comer sus hojas en las de una docena de países del Mediterráneo. Las emplean en tortilla o ensaladas, entre otras recetas. La receta más famosa en la que participa es a del preboggion italiano, del que es base indispensable. Consiste en hervirla, junto a otras muchas hierbas silvestres, y aderezarlas con aceite y limón. Este preboggion también sirve como relleno de un tipo de raviolis tradicionales de Liguria. 


Jilguero (Carduelis carduelis) sobre planta de cerraja, cuyas semillas son unas de sus favoritas junto a las del cardo mariano. 

Como tiene una savia lechosa, se pensaba que sería capaz de estimular la producción de leche. Así se utilizaba con este propósito, tanto en mamás animales como en mamás humanas. 

Sus hojas en cataplasma han servido para curar picaduras de escorpión y los hinchazones producidos por un golpe. Pero su lista como planta medicinal es muy larga, ayundado a curar la gota, hemorroides, catarros y gripes, heridas, ardores de estómago, verrugas...

La vuelta al mundo en 80 aves

Un recorrido por las aves más asombrosas del mundo. Con sus más de once mil especies, las aves son la clase de vertebrados que presenta mayor diversidad, y entre sus hazañas se encuentran larguísimos viajes intercontinentales, increíbles exhibiciones de vuelo y asombrosos colores y camuflajes. Este libro celebra la diversidad, la belleza y la fortaleza de ochenta aves de todo el mundo y nos recuerda lo mucho que significan para nosotros. Las aves han producido más estudios e inspirado más obras de arte a lo largo de los siglos que cualquier otro grupo de animales. Algunas nos asombran por su apariencia, otras nos sorprenden con su canto, las hay que nos impresionan por sus capacidades o incluso existen aves cuya fama reside en su rareza; sin embargo, todas ellas ejercen su influencia sobre incontables aspectos de nuestra vida. Desde el tejedor sociable de Namibia, que construye enormes "bloques de apartamentos" compuestos de varios nidos en medio del desierto, hasta el ánsar indio de China, un ave migratoria de altos vuelos que atraviesa el Himalaya dos veces al año: todas las aves tienen una increíble historia que contar. Además, la cultura y la tradición humanas se mantienen vivas en las aves: algunas especies son símbolos nacionales; otras han inspirado obras musicales y literarias, han dado lugar a descubrimientos científicos o han impulsado proyectos de conservación. Muchas han servido de sustento y han sido cazadas por su carne, sus huevos o sus plumas; o incluso han sido domesticadas y habitan entre los humanos, como la humilde gallina.

Erithacus rubecula - Petirrojo europeo

El nombre científico del ave, rubecula, deriva de ruber, que significa "rojo" en latín; no obstante, si la obervamos atentamente, podremos apreciar que su color característico es más bien naranja oscuro, por lo que tanto el nombre científico como el común están equivocados. Esta confusión encuentra explicación en el hecho de que la palabra "naranja" no llegara a Europa hasta la Edad Media, cuando los árabes introdujeron el árbol frutal en la península ibérica, desde donde se extendió al resto del continente dando nombre al propio color. 


El petirrojo habita en zonas umbrías y se sirve de sus grandes ojos para buscar insectos y otros invertebrados en condiciones de luminosidad escasa. Es un gran amigo de los hortelanos, dando saltitos entre los bancales y posándose fotogénicamente sobre los mangos de las palas o azadas, un comportamiento cuyo origen quizás hubiera que buscarlo en un pasado más agreste en el que los petirrojos se alimentaban cerca de los jabalíes, capturando todos aquellos insectos que quedaban al descubierto cuando estos mamíferos escarbaban en busca de raíces. Sea como fuere, el ave no tiene miedo a los humanos, lo cual explica que construya sus nidos de copa forrados de musgo en casetas y cobertizos, incluso en lugares más extraños como teteras viejas o sombreros. 

Este carácter tan confiado explica el gan cariño que despierta el petirrojo en muchos lugares, aparte de que tradicionalmente ha sido considerado como un animal sagrado, ya que la leyenda cuenta que un petirrojo voló para consolar a Cristo crucificado y se manchó con su sangre cuando intentaba liberarle de la corona de espinas. 

Por otra parte, resulta irónico que esta especie que representa tan bien los valores de de consuelo y compañerismo sea una de las aves cantoras más agresivas que existen, ya que sus dulces melodías son, en realidad, el producto de una potente lucha teritorial que se alarga durante todo el año y que muchas veces tiene un final violento. Se estima que el 10% de la mortalidad de los petirrojos adultos se debe a las peleas; de hecho, los jóvenes tardan varios meses en adquirir el característico pecho rojo, evitando de ese modo que los machos adultos los ataquen antes de haber aprendido a valerse por sí mismos. 

Extracto del libro La vuelta al mundo en 80 aves de Mike Unwin y publicado en español por la editorial Blume.

jueves, 17 de noviembre de 2022

El avetoro

Andan estos días de noviembre revolucionados los pajareros de Salamanca porque ha aparecido en el río Tormes un avetoro, una especie muy difícil de ver por su escasez y por la vida discreta que lleva entre los cañaverales. Dicen que se trata de un juvenil que ha hecho parada y fonda en nuestro río en mitad de su viaje migratorio de camino hacia el sur de la Península. También se comenta que probablemente no reemprenderá el viaje hasta que pase el temporal de viento que tenemos en estos momentos.



El nombre de avetoro lo recibe a causa del sonido que emite para atraer a las hembras, que semeja el mugido de un bóvido. 


Merece la pena conocer un poco más a esta ave tan amenazada, así que os dejo con el capítulo que le dedica el canal de YouTube "Fauna barbuda".

lunes, 14 de noviembre de 2022

El Tejo común (Taxus baccata)

Entre todo lo que se descubrió en la tumba de Ötzi, el hombre de hielo cuyo cadáver momificado de 5.300 años de antigüedad fue descubierto en el Tirol, se encontraban un hacha de cobre con empuñadura de tejo y un arco largo, no terminado, en duela de tejo. Las asociaciones místicas, mitológicas, militares y médicas de las civilizaciones occidentales con el tejo, uno de los árboles más longevos con los que hemos compartido el planeta, han sido prolongadas. En Clacton, en la costa de Anglia Oriental (Inglaterra, se recobró una lanza de tejo de, al parecer, más de 200.000 años de existencia; y entre los animales representados en las paredes del conjunto de cuevas de Lascaux, Francia, se pueden apreciar pinceladas que han sido aribuidas a ramas de tejo.


La expresión "tirar los tejos" proviene de cuando era costumbr depositar una rama de tejo a la puerta de la moza pretendida. 

El tejo más cercano al CEPA El Inestal es uno que hay en El Reguero, y hay que tener en cuenta que todas las partes del tejo común (salvo el arilo carnoso y carmesí que rodea la semilla) son altamente tóxicas para los mamíferos: producen un cóctel tóxico y cardiaco cuyo componente principal es la taxina. Cuando se vio derrotado a manos del ejército de Julio César en la guerra de las Galias, Catuvolco, colíder de los eburones, los celtas galos del noroeste, se quitó la vida con una decocción de tejo, el árbol totémico de su tribu. 


El arilo carmesí y carnoso del tejo, su única parte no tóxica. Cuidado con la semilla, que esa sí es tóxica. 

Más allá de esto, las plantas que resultan tóxicas con una dosis también pueden tener potencia medicinal, si esa dosis se reduce. En consecuencia, durante miles de años se han usado extractos de tejo para combatir numerosas dolencias. Esto no se ha mantenido únicamente como parte de los sistemas curativos tradicionales, sino que se han convertido en populares y ortodoxos medicamentos contra el cáncer. El paclitaxel, producido por el tejo, sustancia empleada en quimioterapia, tiene una estructura molecular tan compleja que resulta poco rentable sintetizarla artificialmente, así que la demanda de corteza de tejo se disparó desde el descubrimiento de las virtudes de esta sustancia, poniendo a este árbol en peligro. 


La corteza de un tejo común produce cerca de 1 gramo de paclitaxel, sustancia empleada en quimioterapia. 


El tejo es el árbol más europeo, lleva en el Continente unos 15 millones de años.

Texto extraído del libro Plantas legendarias. 50 plantas que cambiaron el mundo, de Stephen Harris y publicado en su versión en español por Rey Naranjo Editores. 

sábado, 12 de noviembre de 2022

Hyoscyamus niger

El género Hyoscyamus pertenece a la familia Solanaceae e incluye diecisiete especies, de las cuales las más común y utilizada en Europa es el beleño negro (H. niger L.). Según algunos autores el beleño fue la especie más popular medicinal y ritualmente en Europa en la antigüedad. Mencionado por los antiguos egipcios en los papiros de Eber (1500 a.C.), así como por por Plinio y Dioscórides, quien lo prescribía como somnífero y analgésico ya en el siglo I.

Conocido como “la hierba de las brujas”, durante la Edad Media el beleño alcanzó una gran relevancia al ser utilizado por magos y curanderos en fumigaciones y en la preparación de brebajes, filtros amorosos y ungüentos. La atropina, uno de los alcaloides que se encuentran en el beleño, es fácilmente absorbido a través de la piel al mezclarlo con grasa, por lo que fue muy utilizado en ritos mágicos por sus efectos alucinógenos. La inhalación del humo resultante de quemar sus semillas o la exposición cutánea o vaginal a ungüentos que la contenían producían la sensación de volar, siendo posiblemente este el motivo de que se representara a las brujas volando en escobas.

Las especies del género Hyoscyamus son altamente tóxicas y provocan pérdida de control muscular, dilatación de pupilas, palpitaciones, alucinaciones y en altas dosis convulsiones, coma y parada cardiaca. Contienen alcaloides psicoactivos como la atropina, escopolamina y sobre todo hiosciamina en toda la planta, aunque la mayor concentración se encuentra en las semillas. En medicina moderna la hiosciamina o la escopolamina tienen aplicaciones como antiespasmódicos y para tratar algunos problemas intestinales, neuralgias y los temblores provocados por el Parkinson. La escopolamina es utilizada para aliviar las náuseas y vómitos postoperatorios, para reducir la secreción de saliva en enfermos terminales y se prescribe en forma de pastillas o parches para tratar los mareos provocados al viajar. 

Datura stramonium

Estupidez y sensacionalismo. La amalgama de estos dos ingredientes en generosas dosis es suficiente para convertir a una planta que ha crecido durante los últimos siglos en nuestro entorno más inmediato, pasando prácticamente desapercibida, en poco menos que el enemigo público número uno. Es el estramonio o Planta del Demonio (Datura stramonium), una planta psicoactiva presente en casi todo el mundo con una intensa historia de relación con el hombre que poco tiene que ver con la frívola orquesta mediática de la que últimamente es objeto. Tradicionalmente se creyó que había formado parte del repertorio de plantas mágicas de las brujas medievales europeas, aunque se acabó demostrando que ello no era factible, pues el estramonio es originario del continente americano y era desconocido para los europeos anteriores al descubrimiento. Posiblemente lo que utilizaron las hechiceras en sus untos fuese la Datura metel, planta muy cercana al estramonio originaria de Eurasia. Para su consumo elaboraban con manteca, estramonio y otras hierbas alucinógenas, como belladona o mandrágora, una especie de ungüento que se aplicaba por vía tópica. En una cita del siglo XV recogida por Antonio Escohotado en su Historia de las drogas se dice: «El vulgo cree, y las brujas confiesan, que en ciertos días y noches untan un palo y lo montan para llegar a un lugar determinado, o bien se untan ellas mismas bajo los brazos, y en otros lugares donde crece vello, y a veces llevan amuletos entre el cabello». De lo antiguo de su uso en Europa nos hablan hallazgos arqueológicos, como las semillas de Datura quemadas encontradas en Hungría que demostraron que ya se utilizó en el Viejo Continente hace miles de años. Uno de los primeros lugares en los que creció el estramonio en la Europa moderna fue el jardín del herborista británico John Gerard, que sembró unas semillas procedentes de Constantinopla a mediados del siglo XVII. En Asia, sus propiedades son conocidas desde tiempos inmemoriales. De hecho, en la India es considerada como una planta sagrada y enteógena y, según el Vamara Purana, el estramonio o Locura Divina rezuma del pecho de Shiva. En Indonesia, según la tradición, las mujeres traicionadas vengaban la infidelidad de sus amantes con un insospechado método: alimentaban escarabajos con hojas de estramonio y posteriormente mezclaban los excrementos de estos con la comida que daban al infiel. El desdichado acababa perdiendo el juicio. Su uso psicoactivo también está documentado en Nepal, en Tanzania y en Haití, lugar este último donde se le relaciona con el antídoto que se ofrecía a los zombis, es decir, a las víctimas de la zombificación, mediante sustancias que producen un estado de latencia similar a la muerte. Pero, sin duda, donde más importancia han adquirido tanto el estramonio como sus parientes las daturas es en Sudamérica. El uso de estas plantas en rituales mágicos entronca de lleno con el chamanismo y con la cosmogonía de numerosos pueblos sudamericanos. Se trata de especies que forman parte del reducido elenco de drogas tan respetadas como temidas, solo al alcance de chamanes ya iniciados y vetadas al resto de los mortales. En la cuenca del Cuyabeno, en la Alta Amazonía, el hijo del chamán don Alberto nos contó cómo durante su rito iniciático en el chamanismo pasó varios días atado para soportar el trance producido por el temido y respetado «floripondio» o Brugmansia arborea, planta directamente emparentada con el estramonio. Desde entonces solo lo utilizaba en casos que mereciesen justificadamente el arriesgado viaje. Gran parte de las sustancias psicoactivas del estramonio son alcaloides tropánicos, responsables del síndrome atropínico que puede afectar a quienes consumen cualquier parte de la planta y que, frecuentemente, puede desembocar en el coma y en la muerte. Otros alcaloides producen un delirio alucinatorio que puede llegar a prolongarse durante días. Yendo aún más allá, las tradiciones de los pueblos indígenas de Sudamérica aseguran que puede hacer perder el juicio definitivamente.

Pese a sus extraordinarias propiedades químicas, el estramonio es bastante ordinario en cuanto a su abundancia y hábitos pues posee dos características que lo han convertido en una planta extremadamente frecuente en cualquier rincón templado del mundo. La primera es que es una planta amante de los suelos cargados de nitrógeno, es decir, de suelos alterados, con presencia de ganado, de aguas contaminadas, de estercoleros, de basureros, de linderos de cultivos… lo que le ha facilitado adueñarse de un entorno cada vez más propicio para ella. La segunda característica es que ni los herbívoros salvajes ni el ganado doméstico se alimentan de ella, por lo que en lugares en los que el resto de herbáceas anuales han de enfrentarse a un ramoneo que limita su crecimiento, el estramonio —que alcanza hasta un metro en dos meses— se apodera rápidamente del terreno. Cunetas, solares, terrenos abandonados, taludes, escombreras… son hábitats en los que el estramonio se encuentra cómodo. Pero también son lugares demasiado cercanos a hábitat humano, y su presencia en ellos hace posible que, gracias a los ingredientes a los que nos referíamos al principio, se desate la psicosis en un momento dado. El primero de los dos elementos es la estupidez de unos jóvenes con tantas ganas de fiesta como escasa cordura, a los que alguien les había dicho que otro alguien a su vez aseguraba que aquella planta de blancas flores atrompetadas que crecía en la escombrera, junto a la casa en ruinas donde celebraban la rave, era alucinógena. «Alucinógeno», para alguien tremendamente desinformado sobre el tándem causas-efectos que cualquier aspecto de la vida tiene, puede ser sinónimo de diversión y de promesa lisérgica. Aunque en la vida real, y en solo cuestión de minutos, también puede serlo de ingreso urgente en un hospital para lavado de estómago a un paso de la muerte.

En ese punto se activa el segundo ingrediente, el sensacionalismo. Concretamente, el de unos medios más interesados en crear titulares efectistas que crónicas rigurosas y a los que no les avergüenza lo más mínimo encender una mecha en la que se suceden alcaldes, expertos en toxicología, policías y herboristas alertando sobre los peligros de una planta a la que nadie había prestado nunca atención y que ahora amenaza con convertirse en una nueva droga incontrolable. La tormenta mediática no hace sino generar el efecto reflejo entre otros jóvenes que, en otros lugares, siguen el ejemplo de los primeros, y que, incomprensiblemente, proceden también a intoxicarse con estramonio. A partir de entonces, la psicosis está servida y se desencadena una absurda persecución de estramonios en la que asociaciones de vecinos denuncian «plantaciones de la droga» en solares de sus barrios, la policía procede a «desmantelarlas» y los medios de comunicación a cubrir la delirante secuencia, retroalimentando, de paso, la psicosis. Nadie repara en que, para que una planta de estramonio perjudique a una persona, antes ha de ser ingerida por ella. Ni en que, a nuestro alrededor, en nuestros parques, jardines y arcenes, crecen y plantamos plantas considerablemente más peligrosas cuyo consumo es irremediablemente letal, como la adelfa, la melia, la cicuta, la thuya, etc… Y no seguimos porque nada más lejos de nuestra intención que despertar contra otras plantas una caza de brujas parecida a la desatada contra el estramonio. El verano, la época en la que podemos ver estramonios, pasó, y en otoño el terror a la Planta del Diablo comenzó a remitir. Ahora que policías y vecinos avispados habían aprendido a identificar a la planta maldita, esta se desprende de sus hojas y va desapareciendo por efecto de las heladas y de su ciclo biológico anual. Su presencia se va desvaneciendo de los solares y de las mentes, en las que próximamente dejará de existir. Pero en los esqueletos desnudos de lo que en verano fueron exuberantes y floridos estramonios se abren las espinosas cápsulas, dejando caer cientos de semillas negras que, ya en primavera, darán lugar a otra generación de plantas igual o más numerosa que la del verano pasado. Y a las que probablemente nadie prestará la más mínima atención —o quizá sí—. Y seguramente sea fruto de la imaginación, pero en algunas de las cápsulas abriéndose parece intuirse un rictus socarrón y cínico. Como burlándose de una especie cuya irracionalidad nunca deja de sorprender.



García González, Manuel; Corbacho Jiménez, Pepa. La bitácora de Humboldt (Spanish Edition) (p. 259). Editorial Libros.com. Edición de Kindle.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Aesculum hippocastanum y Castanea sativa

Peñaranda de Bracamonte, como casi todas la ciudades europeas, cuenta entre sus árboles de jardín con el Aesculum hippocastanum, comúnmente conocido como el Castaño de Indias. Lo cierto es que esta especie no tiene nada que ver con el castaño silvestre de la Sierra de Francia, Castanea sativa, ni tampoco ha venido de las Indias, teniendo su origen en el sudeste de Europa, en los Balcanes. El nombre de la especie, hippocastanum, tiene su origen en la costumbre que tenía los turcos de dar a sus caballo las castañas de este árbol para curarles del asma y aliviarles de la tos. Por otro lado, supongo que todos sabemos que las castañas de este árbol son incomestibles para los humanos. 


Frutos de Aesculum hippocastanum, con un sabor extremadamente amargo y una cobertura de los mismos que nada tiene que ver con los erizos de Castanea sativa. 


Floración de Aesculum hippocastanum. Las flores cambian a un tono amarillento cuando están polinizadas para indicar a los polinizadores que ahí ya no hay nada que hacer. 


Hojas de Aesculum hippocastanum. Salen varias de la misma yema, una de las principales diferencias con Castanea sativa, en el que de una yema sale una sola hoja. 

La corteza de Aesculum hippocastanum contiene cumarinas, una sustancia que, junto a los flavonoides, mejora la circulación sanguínea y alivia los dolores debidos a las hemorroides.

El fruto de Castanea sativa ha proporcionado durante generaciones el alimento básico a aquellas poblaciones que no tenían acceso al cereal, como por ejemplo las de la Sierra de Francia salmantina o El Bierzo leonés. 

Las castaña es un alimento con un contenido en grasas muy reducido, lo que le convierte en perfecto para quienes sigan una alimentación que restrinja su ingesta. Y, en cuanto a los hidratos de carbono, la cantidad de azúcares naturales es mínima. Dentro de los distintos tipos de frutos secos que existen, es uno de los más ligeros y, además, cuenta con la ventaja de que es rico en fibra, por lo que contribuye a evitar problemas de estreñimiento. En cuanto al aporte de vitaminas y minerales, las castañas aportan vitamina E, vitaminas del grupo B y ácido fólico, y dentro de los minerales, calcio, magnesio, potasio, hierro, fósforo, sodio, yodo, selenio y zinc, que le otorgan numerosos beneficios para la salud, como por ejemplo propiedades antiinflamatorias y vasculares.  Todo este aporte de nutrientes convierten a las castañas en un alimento perfecto para cuidar la salud, en particular para quienes necesitan un aporte energético extra, como las mujeres lactantes o quienes padecen de anemia.



Castanea sativa, de cada yema sale una sola hoja. 


Erizo de castanea sativa.


Erizos y frutos de Castanea sativa.