lunes, 21 de noviembre de 2022

Erithacus rubecula - Petirrojo europeo

El nombre científico del ave, rubecula, deriva de ruber, que significa "rojo" en latín; no obstante, si la obervamos atentamente, podremos apreciar que su color característico es más bien naranja oscuro, por lo que tanto el nombre científico como el común están equivocados. Esta confusión encuentra explicación en el hecho de que la palabra "naranja" no llegara a Europa hasta la Edad Media, cuando los árabes introdujeron el árbol frutal en la península ibérica, desde donde se extendió al resto del continente dando nombre al propio color. 


El petirrojo habita en zonas umbrías y se sirve de sus grandes ojos para buscar insectos y otros invertebrados en condiciones de luminosidad escasa. Es un gran amigo de los hortelanos, dando saltitos entre los bancales y posándose fotogénicamente sobre los mangos de las palas o azadas, un comportamiento cuyo origen quizás hubiera que buscarlo en un pasado más agreste en el que los petirrojos se alimentaban cerca de los jabalíes, capturando todos aquellos insectos que quedaban al descubierto cuando estos mamíferos escarbaban en busca de raíces. Sea como fuere, el ave no tiene miedo a los humanos, lo cual explica que construya sus nidos de copa forrados de musgo en casetas y cobertizos, incluso en lugares más extraños como teteras viejas o sombreros. 

Este carácter tan confiado explica el gan cariño que despierta el petirrojo en muchos lugares, aparte de que tradicionalmente ha sido considerado como un animal sagrado, ya que la leyenda cuenta que un petirrojo voló para consolar a Cristo crucificado y se manchó con su sangre cuando intentaba liberarle de la corona de espinas. 

Por otra parte, resulta irónico que esta especie que representa tan bien los valores de de consuelo y compañerismo sea una de las aves cantoras más agresivas que existen, ya que sus dulces melodías son, en realidad, el producto de una potente lucha teritorial que se alarga durante todo el año y que muchas veces tiene un final violento. Se estima que el 10% de la mortalidad de los petirrojos adultos se debe a las peleas; de hecho, los jóvenes tardan varios meses en adquirir el característico pecho rojo, evitando de ese modo que los machos adultos los ataquen antes de haber aprendido a valerse por sí mismos. 

Extracto del libro La vuelta al mundo en 80 aves de Mike Unwin y publicado en español por la editorial Blume.

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